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En la era de la videovigilancia, quien decide marchar por sus ideales se expone a que las autoridades registren su identidad. El uso y registro de datos biométricos de la población es una realidad en todas partes del mundo -y como muestra basta pasar por migraciones en el Aeropuerto de Carrasco, donde escanean tu rostro-. Ya no es una premisa distópica o un avance del gobierno chino que preocupa a occidente.
La pandemia ha empeorado la situación, y se espera que los avances en inteligencia artificial (IA) la agraven aún más. Se prevé que el mercado de la tecnología de vigilancia casi se duplique, pasando de 114.000 millones de dólares en 2021 a 213.000 millones en 2026. La contracara es que con la crisis sanitaria se popularizaron los tapabocas, que muchos llevan a las protestas para evitar ser reconocidos -varios países tienen prohibiciones en cuanto a las coberturas faciales en manifestaciones-.
En democracia, mientras uno cumpla con las leyes, en teoría, no debería haber nada que temer. Pero lo cierto es que la confianza en los gobiernos está cada vez más erosionada y el modelo demócrata está en jaque. "Noticias falsas, desinformación, incitación al odio, protestas antigubernamentales y falta de participación de los jóvenes en la política. Actualmente, la democracia en Europa y en todo el mundo está luchando", manifiestan en el sitio web de la Unión Europea.
En este contexto, protestar puede generar miedo a represalias por parte de la policía, por el gobierno o incluso por el aparato ajusticiador en el que se han transformado las redes sociales, con castigos virtuales como el doxxing. Las manifestaciones se están dando de los dos lados del campo, además. Tanto desde la ultraderecha como ciudadanos que buscan reivindicar derechos que están siendo puestos en jaque (un ejemplo de esto fue la marcha antifascista en Buenos Aires).
Y la moda refleja esta realidad.
No es casualidad que los últimos dos años se haya popularizado el uso de los pasamontañas, o balaclavas, que lucen tanto las escandinavas chic que quieren protegerse de las temperaturas bajo cero, como por un joven que protesta en contra del gobierno en Irlanda (¿Se acuerdan de las Pussy Riot? Pioneras a principios de los 2010).
Pero ahora, los grandes jugadores en la escena de la moda de lujo han sacado partido de esta tendencia, con marcas como Miu Miu, Jacquemus, Marine Serre y, sobre todo, Balenciaga, que ofrecen versiones de coberturas faciales. Como es natural, las tiendas de moda rápida como H&M y Zara han seguido los pasos de las maisones "democratizando" la tendencia.
Hasta acá, tal vez, uno puede argumentar que es casualidad, que la moda "no es tan profunda", pero el surgimiento de marcas como cap_able, que con sus patrones entretejidos desorientan a las tecnologías de reconocimiento facial. En su manifiesto sostienen que la videovigilancia "podría coartar los derechos del individuo, incluida la libertad de expresión, asociación y libre circulación en espacios públicos".
Con todas las objeciones que podemos hacerle a Demna Gvsalia, director creativo de Balenciaga, es innegable que es muy bueno tomándole el pulso a la realidad y cuando en 2023 presentó una colección post apocalíptica con capuchas y prendas tácticas algo estaba sintiendo. Después, lo que se encuentra en las tiendas de la marca es ridículo, pero ese es otro tema.
Mi predicción es, entonces, que la industria de la moda va a empezar a ofrecer, ya sea a través de innovaciones en diseño como en materiales, más soluciones para aquellos que quieran preservar su privacidad, que al final es uno de los grandes lujos de esta época (a propósito, el no tener redes sociales o, al menos no usarlas, se va a volver aspiracional. Si no es que ya no lo es). Se viene la era del protest-core, que se presenta en tándem con el hedonismo escapista del: "Si total el mundo no tiene remedio, mejor voy a disfrutar lo que tengo", también reflejado en la moda.
Incluso, con el asesinato de Brian Thompson, CEO of UnitedHealthcare, cobra aún más sentido que los ultra-ricos y poderosos no quieran ser reconocidos (salvo Elon Musk, que hace lo que quieras por un segundo de atención). La búsqueda de la privacidad, el querer escapar al panóptico y a la corte de la opinión pública es algo que terminará por atravesar a todas las clases sociales.
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